Se ha documentado reducción de la mortalidad de hasta un 20% en los pacientes con infarto que practican rehabilitación cardíaca con respecto a los que no lo hacen. Nuestro programa tiene una duración de cuatro meses, y consta de entrenamiento físico controlado y supervisado, rehabilitación psicológica, valoración dietética y nutricional, y control de los factores de riesgo cardiovascular.
El entrenamiento mejora la capacidad funcional, demostrada por el aumento del consumo máximo de oxigeno y la disminución de las demandas de miocardio para un mismo nivel de trabajo. Esto se traduce a una mejora de la disnea y angina de esfuerzo. Mejora también la claudicación en los pacientes que la padecen.
El entrenamiento físico favorece muchos aspectos del sistema cardiovascular. Por ejemplo, el perfil de la grasa corporal se modifica, el control de peso en pacientes y la tensión en hipertensos mejora notablemente. Induce cambios favorables en la funcion plaquetar y el sistema fibrinolítico. Afecta directamente en la red vascular coronaria, el riego micárdico y la reactividad vasomotora coronaria, con aumento en la reserva y microcirculación coronaria.
El ejercicio físico también genera cambios en las proteínas contráctiles, que contribuyen al aumento de la contractividad miocárdica y mejoran la función ventricular. También beneficia el metabolismo miocárdico y aumenta el volumen sistólico y la diferencia auricula-ventriculo de oxígeno. Tiene efectos antiarrítmicos, previene la aparición de fibrilación ventricular que se correlaciona muy directamente con la actividad del sistema nervioso simpático y que es la causa fundamental de muerte súbita en pacientes con cardiopatía isquémica.